SALUD ADOLESCENTE
Algunos autores han
examinado diversos aspectos de la salud adolescente, incluidos los riesgos para
la salud. Por supuesto, hay algunas formas bastante obvias de riesgo sobre las
que las personas jóvenes tienen poco control: crecer en la pobreza (DENNEHY y
cols., 1997;ROKER, 1998); los efectos de la guerra y la condición de refugiado;
ser convertido en víctima y recibir los malos tratos de los adultos; el hambre
y la opresión política (GIBSON-KLINE, 1996).En diversas partes del mundo, todos
estos factores pueden presentar riesgos de salud para las personas jóvenes.
HURRELMAN y LOSEL (1990) han
propuesto, los comportamientos personales en la adolescencia pueden contribuir
a la morbilidad y la mortalidad, de manera que el tabaco, la bebida, el uso de
drogas y otras actividades peligrosas afectan a la salud de la persona joven.
Muchas personas jóvenes
experimentan la transición a la edad adulta con relativa facilidad, pero
algunas son obstaculizadas por fuerzas económicas y estructurales que hacen muy
difícil su paso a la posición adulta. Otras tienen la desgracia de verse
obligadas a afrontar demasiados retos para su autoestima y su identidad a la
vez.
La preocupación adulta se ha
centrado, en particular, en el uso de drogas y alcohol, el consumo de
cigarrillos, la conducta sexual y la delincuencia. La mayor parte de estos
comportamientos no serían alarmantes si se vieran en adultos, pero se percibe
que son inapropiados para las personas en proceso de crecimiento.
El concepto de asunción de
riesgos está mal definido. ¿Es parte de la estructura psicológica de la
juventud —un estadio de búsqueda de emociones en la transición evolutiva— o un
paso necesario para la adquisición de las destrezas y la autoestima adultas? ¿O
es consecuencia de un impulso social o cultural de los adultos para marginar a
la juventud, porque ven a los jóvenes, en su transición de niño controlable a
adulto controlado, como origen de problemas y como una amenaza para la
estabilidad de la comunidad?.
En primer lugar, hay
comportamientos de búsqueda de emociones. Lo que distingue el comportamiento de
búsqueda de emociones adolescente es una combinación de frecuencia (toman parte
en estas actividades más a menudo que los adultos para ponerse a prueba a sí
mismos y aprender) y recursos (tienen más acceso que los niños al dinero y al
tiempo, y como resultado de su experiencia limitada, carecen de juicio de sus
propias capacidades y el alcance del riesgo que están corriendo).
En segundo lugar, hay
comportamientos de asunción de riesgos controlados por la audiencia. Para ser
aceptados, encontrar un lugar en un grupo de compañeros y establecer una
posición social, las personas tienen que demostrar algunas cualidades y
capacidades. Los adultos limitan muchos comportamientos y actividades
adolescentes, y desafiar normas es para muchos adolescentes un paso en el
desarrollo de la independencia.
En tercer lugar, hay
comportamientos de asunción de riesgos que son conductas irresponsables. No se
realizan a causa del peligro que suponen, sino a pesar de él, para lograr otras
metas deseadas. Estos comportamientos irresponsables demuestran la incapacidad
de los individuos para ver las consecuencias a largo plazo o, si éstas son
evidentes, su falta de disposición para abstenerse de estas actividades a causa
de las ventajas a corto plazo percibidas.
CONSUMO
DE CIGARRILLOS
El consumo de cigarrillos se
establece a menudo en la adolescencia y tiene consecuencias a largo plazo
significativas desde el punto de vista de la morbilidad y la mortalidad en la
edad adulta (HOLLAND y FITZSIMONS, 1991). Aproximadamente el 10% de los adolescentes
de 11 a 15 años de edad es fumador regular, y ha habido pocos cambios durante
los doce últimos años (DIAMOND y GODDARD, 1995).
Han observado que los
adolescentes fumadores tienden a manifestar algunas características generales:
tienen familiares y amigos que fuman; es más probable que procedan de familias
monoparentales; pueden tener baja autoestima, menos confianza, más ansiedad y
escasas aspiraciones educativas, y su tiempo de ocio lo pasan trabajando a
media jornada o “yendo a sus lugares preferidos”.
Las intervenciones basadas
en la escuela y dirigidas a reducir las tasas del consumo entre los
adolescentes pueden mejorar el conocimiento, pero no influyen necesariamente en
la conducta (NUTBEAM y cols., 1993). Los adolescentes tienen ya niveles altos
de conocimiento sobre los riesgos que conlleva (MACFARLANE y cols., 1987;
TURTLE y cols., 1997).
CONSUMO
DE ALCOHOL
En la sociedad actual, el
consumo de alcohol entre los adolescentes es común. Las publicaciones sobre la
adicción a la bebida en los jóvenes describen este comportamiento como parte
del proceso de socialización del niño en adulto (por ejemplo, SHARP y LOWE,
1989). En Inglaterra y Gales, la mayoría de los adolescentes (el 82% de los
chicos y el 77% de las chicas) ya ha consumido su primera bebida “propiamente
dicha” a los 13 años de edad.
Aunque las consecuencias a
largo plazo para la salud de ingerir regularmente grandes cantidades de alcohol
se comprenden bien, a corto plazo hay también efectos para la salud y sociales
derivados de la bebida infrecuente pero muy abundante. Por consiguiente, parte
de los datos sobre “ebriedad” pueden ser en realidad más interesantes.
Los adolescentes pueden
obtener alcohol con facilidad queriéndolo directamente. BALDING
(1997) indica que aproximadamente una cuarta parte de los alumnos de 15 años
comunicaba haberlo comprado en un supermercado o establecimiento de venta de
bebidas alcohólicas para consumo externo la semana anterior, y un 10% lo había
adquirido en un bar. Un estudio a mediados de la década de 1980 mostró que la
mayor parte del consumo de alcohol de los jóvenes se hacía los fines de semana
y, en relación con las cantidades, las chicas bebían menos que los chicos en
todos los grupos de edad (MARSH y cols., 1986).
Para algunos, el alcohol
había proporcionado una experiencia de “transformación” que les permitía
trascender su ámbito perceptivo normal; para otros representaba un escape.
Había algún indicio de que podían existir estadios en la manera de pensar de
los jóvenes sobre la bebida: desde el consumo excesivo a una temprana edad, con
pérdida de control, a los patrones “sensatos”, y la bebida según los propios
“límites”. En ocasiones, los hermanos mayores o los amigos actuaban como
consejeros, diciendo cómo debían beber o vigilando a los adolescentes menores
en las fiestas. Las resacas y otros efectos molestos se aceptaban como parte
del proceso de aprendizaje.
Para los jóvenes, beber es
un medio de introducirse en un mundo de sensaciones más intensas. Sus razones
para consumir alcohol —sociabilidad, descanso, compañía, excitación, etc, son
las mismas que las de los adultos, y los jóvenes perciben esta conducta como su
aceptación cada vez mayor en la “sociedad que bebe”. Lo que está claro es que
la educación para la salud dirigida a los jóvenes sobre la cuestión del consumo
de alcohol tiene que luchar contra los significados conferidos a estas actividades
y los cambios fundamentales identificados tanto en los patrones de bebida como
en sus razones para la embriaguez.
DROGAS
ILEGALES
Otra preocupación importante
de la sociedad adulta es el uso inadecuado de drogas por los adolescentes.
En
un extenso estudio realizado en el noroeste de Inglaterra, PARKER y cols.
(1998) examinaron a los jóvenes entre los 14 y los 18 años de edad, y los
hallazgos indicaron un aumento en el uso del cannabis del 30% a los 14 años al
casi 60% a los 18. Se utilizaban también otras drogas ilegales, aunque ni con
mucho hasta el mismo punto. El éxtasis, por ejemplo, lo utiliza el 19% de los
jóvenes de 18 años. La sociedad en general expresa una gran preocupación por
ello.
La expresión de esta
preocupación puede hacer realmente más peligroso y atractivo el consumo de drogas
de los adolescentes. Puede hacerlo peligroso criminalizando las drogas
“blandas” y, así, marcando y “estigmatizando” a los usuarios, y puede hacer
atractivo su uso para algunos grupos al crear la emoción de la ilegalidad y un
riesgo “controlado por la audiencia” (por ejemplo, HENDRY y KLOEP, 1996). A su
vez, esta exposición excesiva, a menudo por los medios de comunicación de
masas, hace difíciles para los adolescentes las campañas de prevención basadas
en la información, reduciendo así la efectividad de las políticas de reducción de
daño.
Los programas de prevención basados exclusivamente
en dar información no parecen proporcionar cambios mensurables en el
comportamiento (por ejemplo, ROBSON, 1996). ROKER y COLEMAN (1997) comunican
los resultados de un estudio en el que se entrevistó a 2.100 jóvenes de 11 a 16
años de edad sobre la educación en drogas y la información sobre ellas. Estos
indicaron que les gustaría recibir educación en drogas proporcionada por una
persona con experiencia personal de drogas ilegales, y por recursos más
confidenciales, como libros y folletos. Desde luego, hay gran insatisfacción
con las ofertas actuales de los programas de educación para la salud (por
ejemplo, SHUCKSMITH y HENDRY, 1998).
La mayor parte del uso de
drogas entre los adolescentes es experimental y a corto plazo, sin que haya
datos de daño o implicación apreciables a largo plazo. Sin embargo, se ha
propuesto que la experimentación a una edad temprana y la frecuencia elevada de
uso del cannabis se asocian con problemas de riesgo más alto (ROBSON, 1996).
Por tanto, es importante que los planteamientos para los jóvenes sean sensibles
a los significados que rodea su implicación y sus motivaciones para participar.
Deberíamos intentar ver la situación desde la perspectiva del joven, y adoptar
además un enfoque cultural y legal más amplio.
PREOCUPACIONES
DE LOS JÓVENES
¿Qué preocupa a los jóvenes?
Como hemos advertido, se considera
generalmente que los adolescentes son una población sana a causa de su contacto
relativamente bajo con los servicios de salud. Sin embargo, en un estudio
escolar de adolescentes de 13 a 15 años de edad con cuestionarios realizados en
9 escuelas comprensivas de Londres, los jóvenes demostraron que sus
preocupaciones de salud principales trataban del peso, el acné, la nutrición y
el ejercicio (EPSTEIN y cols., 1989). Además, como varios estudios han
mostrado, parece haber una necesidad no satisfecha de debatir el desarrollo
sexual, las enfermedades de transmisión sexual y la anti concepción (véase, por
ejemplo, SHUCKSMITH y HENDRY, 1998). Por lo general, se muestra que los
adolescentes tienen menos interés en hablar sobre el tabaco, el alcohol o las
drogas —todas las preocupaciones adultas— con los profesionales de la salud.
Además, en una encuesta por correo realizada a jóvenes de 16 a 20 años registrados
en una práctica general en el centro de Londres, el 30% de las chicas y el 15%
de los chicos comunicaron que algo iba mal con su salud y, en particular, que
tenían sobrepeso (BEWLEY y cols., 1984).
Estar en posesión de las
destrezas básicas para “llevarse bien con otros” se veía como un componente
esencial para un sentimiento de salud y bienestar. Se consideraba que pocos
adultos apreciaban la naturaleza de las necesidades de los adolescentes de
aprender estas destrezas sociales o la importancia de la tarea evolutiva
implicada y, generalmente, que los adultos podían aprender a ser más empáticos
con las preocupaciones de los jóvenes. Se recogieron más datos de
las entrevistas acerca de la necesidad de educar sobre la depresión y otras
enfermedades afectivas. Los jóvenes creían también que debían recibir una
especie de “educación emocional”, que incluía aprender a afrontar la ira y comprender
(es decir, reconocer) las emociones, los estados de ánimo y qué hacer con
ellos, incluido abrirse paso por los problemas del dolor y la pérdida (PERSCHY,
1997).
LEWIN (1980) propuso que la
posición social de los adolescentes, que no es la de los niños ni la de los
adultos, es lo que contribuye a sus problemas emocionales y de comportamiento.
Aunque puede haber períodos difíciles, que incluyen momentos de desesperación,
confusión, soledad y dudas sobre sí mismos, la mayoría de los jóvenes afrontan
estos sentimientos e intentan corregir las situaciones adversas que los causan
(PLANCHEREL y BOLOGNINI, 1995).Se puede afirmar que el logro de las tareas
evolutivas implicadas en la transición adolescente influye positivamente en la
salud mental. KLEIBER y RICKARDS (1985) afirman que “el orden del día esencial
de los adolescentes es establecerse como individuos con un sentido del yo y con
alguna legitimidad, ejerciendo sus capacidades en expansión en aspectos que los
hagan efectivos en la sociedad más amplía.” NuRMI (1997), en un excelente
artículo que muestra las relaciones entre la definición de sí mismo y la salud
mental auténtica, pone de relieve también este punto. Además, los factores
externos desempeñan también su papel, ya que sobre el desarrollo influyen
varios contextos diferentes, particularmente los contextos familiares y
escolar, que se han encontrado asociados, junto con las características individuales,
con riesgos de salud y de comportamiento (RESNICK y cols., 1997).
SALUD
MENTAL
La mayor parte de los
problemas de salud mental diagnosticados tienen su comienzo en la adolescencia
(KOSKY, 1992; D. STEINBERG, 1987). Generalmente, sin embargo, este período se
puede ver como una época de adaptación a numerosos cambios y que proporciona oportunidades
para el crecimiento y el desarrollo. la mayor parte de los problemas de salud
mental diagnosticados tienen su comienzo en la adolescencia (KOSKY, 1992; D.
STEINBERG, 1987). Generalmente, sin embargo, este período se puede ver como una
época de adaptación a numerosos cambios y que proporciona oportunidades para el
crecimiento y el desarrollo.
Tres tipos amplios de
factores generadores de estrés se han asociado con problemas de salud mental en
este grupo de edad (HODGSON y ABBASI, 1995). Incluyen: el estrés normal o
normativo, como el cambio a una escuela nueva; el estrés no normativo grave,
como, por ejemplo, el divorcio de los padres, y el estrés crónico grave, que se
ejemplificaría por vivir en condiciones de pobreza seria.
DENNEHY y cols. (1997)
escribieron que generalmente se asume que la salud mental cubre una amplia
variedad de problemas, incluido el suicidio, la depresión y la esquizofrenia.
Sin embargo, la salud mental se debería concebir como algo más que la simple
ausencia de enfermedad mental (WILSON, 1995).Esto es particularmente significativo
para los jóvenes, cuyo estado de salud mental depende esencialmente de su
bienestar emocional, que a menudo se relaciona con el dominio de las relaciones
interpersonales y el ambiente social, en lugar de tener sus orígenes en
factores médicos o cognitivos. Se ha demostrado en numerosas ocasiones que la
pobreza familiar, el desempleo y el trastorno psiquiátrico en los padres y la
negligencia física y emocional tienen una influencia negativa sobre el
desarrollo infantil y aumentan los riesgos de trastorno psiquiátrico y,
particularmente, de trastorno disocial (GOODYER, 1994).
En los casos de intento de
suicidio, las dificultades de relación parecen ser el problema citado con más frecuencia
(HAWTONy cols., 1996), siendo también comunes el desempleo y el abuso de
sustancias, especialmente en los varones (MACFARLANE y cols., 1987). Los que
han intentado suicidarse corren significativamente más riesgo de morir finalmente
por suicidio que el resto de la población (COLEMAN, 1996).El daño deliberado auto
infligido se hace cada vez más común a partir de los 12 años de edad, siendo
más extendido entre las muchachas (HAWTON y cols., 1996). Las razones para las
diferencias de género pueden incluir la pubertad más temprana en las niñas, y
que las muchachas jóvenes se enfrentan a esta edad a más problemas que los
varones. Se considera también que los chicos tienen otros medios de expresar
los problemas emocionales, incluido el comportamiento agresivo y la delincuencia
(HAWTON y cols., 1996).
Ha habido poco cambio en la
tasa de suicidio entre las mujeres durante el mismo período. Después de los
accidentes, el suicidio es la segunda causa entre las más comunes de muerte en
varones jóvenes, aunque es poco frecuente entre los muchachos menores de 15 años.
DEPORTES
Y ACTIVIDADES FÍSICAS
Los estilos de vida de los
adolescentes que interesa a la sociedad adulta es la participación de éstos en
la actividad física y el deporte. Hay una “caída” de la participación en los
últimos años de la escolarización secundaria, particularmente cuando los
jóvenes hacen la transición de la escuela hacia el trabajo, la formación
laboral o la educación superior. Pasados los años escolares, la posición social
de los jóvenes derivada de su categoría profesional produce claras diferencias
en los niveles de salud y forma física (HENDRY y cols., 1993).
Los trabajos con jóvenes
percibidos como “vulnerables” han utilizado a menudo el deporte y la aventura
en al aire libre como mecanismos para aumentar la autoestima, desarrollar
destrezas y fomentar las relaciones entre jóvenes y adultos (JEFFS y SMITH,
1990).Se supone que estableciendo retos en el nivel óptimo y superándolos, los
jóvenes desarrollarán destrezas, autodisciplina y la capacidad para tomar las
decisiones apropiadas, así como un sentido de responsabilidad y liderazgo.
Estos retos, a su vez, los ayudarán en otros ámbitos de su vida. Actividades de
aventura al aire libre como las caminatas por el monte, el montañismo, el
piragüismo o el esquí se han utilizado así desde hace mucho tiempo (COTTERELL, 1996).
Por tanto, el deporte es una
actividad que se aprueba socialmente y puede proporcionar autocontrol, búsqueda
de sensaciones y aprobación de los iguales. Sin embargo, si el deporte se
experimenta como la única manera de obtener la aceptación de los iguales, la
aprobación de los adultos o ambos, el adolescente puede dedicarle demasiado tiempo
y esfuerzo, descuidando otros logros, como las obligaciones académicas, o puede
aumentar el “éxito” por engaños y medios ilegales, creando un “currículum
oculto” en los deportes (por ejemplo, HENDRY, 1992).
Sin embargo, los deportes
casuales orientados a la diversión pueden ser populares, especialmente con las
mujeres jóvenes, cuando hay más enfoque en la sociabilidad, la diversión y ser
competente más que en la competición. Por ejemplo, KLOEP (1998) encontró que la
única actividad deportiva con participación creciente entre las chicas era
bailar jazz. Por tanto, puede ser importante hacer hincapié en la idea del
“deporte como ocio”, más que como una actividad competitiva y, especialmente
para las chicas, como un vehículo para la interacción social y la diversión.
RECOMENDACIONES
DE PELICULAS PARA REFORZAR EL TEMA
Requiem
por sueño (2000, D. Aronofsky), describe varias adicciones
(heroína, anfetaminas, concursos de tv, etc.). A pesar de la crudeza de algunas
de sus imágenes es un material excelente para trabajar la prevención de las
drogodependencias con grupos de adolescentes mayores ya que permite analizar el
proceso de adicción y las consecuencias, a veces irreversibles, de la misma.
La
torre de Suso (2007, T. Fernández), trata del alcoholismo
social en un grupo de amigos, además sirve para analizar las relaciones entre
padres e hijos, el compañerismo y la solidaridad. A partir de esta película se pueden realizar
propuestas didácticas sobre los efectos del alcohol, la respuesta ante la
presión del grupo y la responsabilidad en diferentes tipos de relaciones.
Gordos
(2009, D. Sánchez Arévalo). En este largometraje se analizan siete
casos de obesidad. Es especialmente interesante el caso de una adolescente cuya
obesidad es objeto de acoso por parte de sus compañeros de instituto y de su
hermano gemelo. Gordos sirve para
analizar posibles causas y consecuencias de la obesidad en el desarrollo de la
vida diaria.
Precious
(2009, L. Daniels). La película narra la vida de una
adolescente obesa, analfabeta y victima de violación por parte de su padre del
que tiene dos hijos, uno con síndrome de Down. El visionado permite además de
analizar aspectos de la alimentación, la capacidad de superación de Clarieece
gracias a la ayuda su tutora y de una trabajadora social.